Archive for the ‘años’ Category

100% Lucha

octubre 29, 2023

Al caminar por Remedios de Escalada de San Martín, una noche fresca de primavera, constata lo que ya era un secreto a voces: el triunfo de la vegetación es absoluto. Una victoria que se expresa en las frondosas enredaderas silvestres de las casonas del barrio. En su zigzagueante deambular, se encuentra con anónimos propietarios que fuman sugerentes cigarrillos en sus esquinas, dejando un penetrante olor a su paso. El miedo a ser asesinado es la verdadera base de la sociedad, piensa. El rocío nocturno se torna cada vez más intenso. Los adolescentes comienzan su previa. Será una larga noche, en la que no faltarán ni los exóticos luchadores libres mexicanos ni la comida armenia.

Ritual

febrero 26, 2022

Iba camino a lo que sería una gran reconciliación. Consigo mismo. Con los otros, si es que todavía existían. Si es que aún pensaba que podía formar parte de esa comunidad. Era un camino escarpado el que le esperaba, repleto de montañas. Las mismas que conocía tan bien. Curvas de un lado y del otro. Precipicios. A cada rato acechaba la sensación abismal de morirse en el próximo paso. Resbalarse y caer para siempre. Sin solución. Sin sentido. Pero no era tan fácil que eso ocurriera. Conocía esa trayectoria. La había recorrido tantas veces en su infancia y adolescencia. Podía caminar si quisiera con los ojos cerrados, ahora mismo, aunque fuera de noche. Sin embargo, su corazón se agitaba. Sabía a lo que iba. Sabía también lo que le reclamaba su comunidad: un gesto final. Repentino. Súbito, aunque estudiado. Un ritual. Se sentía un clandestino, escondiéndose, camuflándose, escapando de la mirada de los otros. Pero esos días estaban a punto de terminar. Su vida de los últimos años carecía ahora de sentido. De un momento al otro, todo iba a cambiar. Cuando llegara al encuentro con los suyos, se encomendaría a ellos. Haría lo que le pedían. Aunque sabía perfectamente bien que eso iba a costarle la vida. Pero estaba cansado. Lo único que buscaba era el perdón. La reconciliación. Ya había vivido demasiado. El mundo, además, no tenía nada interesante para ofrecerle. Más bien al contrario, se estaba descomponiendo a pasos agigantados. Una última danza y ya todo habría acabado. Al caer la tarde, el clima seco y árido. El sol recortándose contra las montañas. En el impulso final, tomaría la máscara. Pesada, cansinamente bailaría la danza milenaria toda la noche. Todo lo que fuera necesario. Hasta caer rendido, exhausto. Hasta morir. Pero todavía no. Ese tiempo aún no había llegado. Sacrificaría su libertad en aras de la libertad de los otros. Su ritual disolvería la tensión acumulada, luego de tantos años de humillaciones…

Miró a lo lejos. Vio columnas enormes de humo gris perla. Decidió entonces seguir en línea recta, caminando hacia el fuego.

Personajes vivos que hay que reactivar

febrero 20, 2022

Y que viven bajo un techo de madera, inoportuno y distante, que sigue sus días, pudriéndose sin parar. Es importante preguntarse, en este punto, cómo se dará la tan mentada reactivación. Si tendrá lugar por la acción de un viento intenso y cambiante, con olor a aire fresco de mar. O si se dará más bien por el silencio y la pausa, una decepción reservada solamente para el lugar de la honestidad. Y también quizás para la gente. En el pasaje de un siglo al otro, los personajes ya no están en búsqueda de un autor, sino quizás de salud, capital económico y simbólico. Y es que a esto se ha reducido la vida hoy. La pesadilla del personaje es el terror a ser descubierto como un farsante, un impostor, un déspota de la ficción. Los fantasmas del calor agobiante, de la vida breve, de la noche sin luz. Los personajes no tienen idea, ninguno de ellos, de lo difícil que es sobrevivir. Ni siquiera saben lo que pueden llegar a sentir. Es un conocimiento accesible solo quizás a un sonámbulo, un astrónomo o un noctámbulo.

Si se pudiera resucitar a una familia, ¿qué harían quienes les sobrevivieron? ¿De qué serviría? Es imposible saber donde termina la realidad y empieza la ficción. Donde el duelo cede su lugar a la autocompasión. Una tragedia animal con fantasmas, es lo que tendrá lugar. Tarde o temprano. Algunos personajes de un conocido programa de televisión aún siguen con vida. No se sabe por qué ni para qué. Pero ahí andan, deambulando entre claroscuros de estudios de radio.

Mayor actividad en un proceso tras una situación de recesión. Un parate. Una suspensión. Una visita guiada se transforma en feria americana. En mercado persa. Un dealer busca despertarlos, sin lograr nunca la aprobación. Unos personajes promulgan una ley de solidaridad. Una reactivación productiva. Encontrarán, en cambio, a sumo un arco iris, una máquina, ropa, piel. Y en el epílogo, con suerte, temblor y temor.

Vos en mí

enero 16, 2022

Voz: …Ayer… Acá… Te vi… Me miraste… de costado… Sin darte cuenta… Sin dar… Te escuché… Al fin te escuché… Eras distinta… Mucho más leve… Muy aguda… Dejaste tu eco… en mí… Una clave…

Silencio.

…Fuerzo el oído… Te oigo… ¿Te siento?… No… Creo que no… Seguro que no… Cualquier cosa… no…

Silencio.

…Tu voz…

Silencio.

…Escucharte…

Silencio.

…Rígida…

Silencio.

…Quieta…

Silencio.

…Palpáme…

Silencio.

…Estás tan cerca… ¿Porqué nunca me palpás?…

Silencio.

…Ahora veo… Me acerco… Estoy tan cerca que decido… no tocarte… Es demasiado vago… y… muy fácil…

Silencio

…Miráme… Abrazáme… Apoyá tu mentón entre las palmas de mis manos… Rápido… Por favor… tocáme… Eliminá la distancia… Eliminála…

Silencio.

…¿Me querés?… ¿Sí?… ¿No?… ¿Seguro?… ¿Seguro que no?… ¿Puede ser?… Gracias… Sí… Gracias… Y yo a vos… Igual… No lo sé… No… Entiendo… Sí… Sí… La incertidumbre… La vivo… o… es vivida… por mí… Igual que vos… Una situación… embarazosa… Las circuns… no… Mejor no… Por favor… no… Así… Sí… Más cerca… Más junto a mí…

Silencio.

…¿Irte?… ¿Tan lejos?… ¿Ya?… ¿Tan pronto?… Pero si recién empezábamos… Entiendo… Sí… Es lo mejor… Una distancia prudencial… Sí… Seguro… No hay problema… No… Sí… Estoy relajado… No es importante… Sólo que… si hubiéramos… Mañana… Entiendo… Sí… Entonces… Hasta mañana… Gracias… ¿Si voy a estar?… Sí… Puedo esperar… Sí… O mejor no… No puedo… Quiero… Sí… Quiero esperar… Esperarte…

Silencio.

…Sí… Gracias… Como siempre… Te espero… ¿Chau?

Silencio.

…Detenerte… Contemplarte… Sin que lo notes… Besarte en silencio… Un poco… Sólo un poco…

Silencio.

…Acercáte… Resbaláte… Caéte… El piso es muy frío… El piso no… El suelo… Contiene… Te contiene… Tu traje de piel desprendido… No lo sé… Confuso… Muy confuso… No se puede hablar así… No se entiende…

Silencio.

…Pensar… Pensar que ya no estás… Pensarte hasta mañana… Pensarte…

Silencio.

…¿Si hay mañana?… ¿Hay?… No lo sé… No… A diario se vive… Más… o… Menos… Quizás… En otro lado… Sí… Hay…

Silencio.

…Muy frío… Muy poco claro… ¿Lo sentís?… ¿No?… ¿Ni siquiera un poco?… Es una pena… Por los dos… Por hoy… y… y por mañana…

Silencio.

…Eco… ¿Escuchás?… Un eco… Tu eco… Otra vez tu eco… Hoy y mañana… Buscándote… Me… A mí… En mí… A vos en mí…

Silencio

…Estás muy grave… Muy cambiada… Muy pálida… No lo sé… No… No sé cuánto… este espacio… va a durar… Un tiempo más… Sí… Lo sé… Una frase hecha… Muchas… Muchas más…

Silencio.

…¿Sudás?… Sudá por favor… Sentir que sudás… Saber que sudás… Amar que sudás… No… No frío… Caliente… Líquido… Sí… Muy líquido… Lo que más puedas… No… Mejor así… Sí… Así también… No te veo… No… ¿Porqué nunca te veo?… ¿Ves?… ¿A mí?… ¿No?… A vos… Te ves a vos…

Silencio.

…Comprendo… Sí… Sí… La hora… Ya lo sé… Muy tarde… Para mí es igual… O mejor no… Distinto… El tiempo… se estira… Pasa… desapercibido… Sí… Sin grandes discursos… No…

Silencio.

…¿Vernos?… Sí… Me gustaría… En algún momento… Es decir… por favor… ahora… ¿Más tarde?… Pero… es que….. si ya es tarde ahora y… si se posterga y… entonces vos y yo no….. porque… es tarde ya… y el tiempo… desapercibido… pasa… se estira… No… No… No es que… no me interese… O… o no me importe tanto… Sí… Sí… Mucho… Es cierto… Lo dije… porque… porque era cierto… El estiramiento… Claro… La costumbre… No me… doy cuenta… No…

Silencio.

¿Quererte?… Sí… Sí… Mucho… Bastante… Igual que vos… claro… También por… por costumbre… O mejor no… Por… desgaste… Por no verte… Por no verte más… Por no verte nunca más…

Silencio.

…¿Verte?… ¿Ahora?… Bueno… Sí… No… No es momento… No es que… no me interese… Me importa… Claro… Y mucho… Sí… Sí… sé que… a vos… también… Sí… Sí… claro… Nos lo dijimos… Hace tiempo… Mucho… Pero es que… el tiempo… pasa… y… y ya es muy tarde… y… Sí… Sí… Muy tarde… Sí… Mejor mañana… Sí… Mañana… ¿Si hay mañana?…

Silencio.

Un eco… Tu eco… Otra vez… Buscándote… Me… A mí… En mí… A vos en mí…

Silencio.

¿Gracias?… ¿A vos?… ¿A mí?… ¿Más tarde?… ¿Mañana?… Chau.

Ejercicio 11: Una mujer semidormida, sentada en una cama, mira fijamente a un hombre sentado en una silla giratoria

enero 15, 2022

La mujer está vestida sólo con una bata de color amarillo brillante completamente abierta. Es pelirroja. Su pelo es largo y lacio, le llega hasta la cintura. Su pelo le cubre ambas orejas y gran parte de su mejilla izquierda. Tiene el pelo sucio y un olor a cigarrillo en su boca. Tiene un gusto pastoso en su boca y sus ojos, entornados, apenas abiertos, están cubiertos de lagañas. Su nariz es chata, y ligeramente torcida. Un grano de importantes dimensiones ocupa el centro de su nariz. Al mirar al hombre frunce el ceño. Es delgada y alta. Tiene una cicatriz a la altura de su bajo vientre. Sus ojos son marrones. La manga derecha de la bata de mujer está manchada de blanco. A través de su bata puede verse parte de su hombro izquierdo al descubierto. El hombre está vestido con una camisa blanca, una corbata negra y un pantalón pijama de color beige. Se encuentra sentado en una amplia silla giratoria de color caoba. En su mano izquierda sostiene una taza, que se lleva en repetidas oportunidades a la boca, que contiene café con leche. Se lleva la taza a la boca de manera mecánica, mirando siempre a un punto fijo ubicado en una pared desnuda de color celeste que está enfrente suyo. La pared tiene numerosas manchas de humedad. Está descalzo. Tiene los pies fríos. Su pelo, de color castaño, está desprolijamente recortado, cayéndole un mechón sobre su mejilla derecha. Una cadenita de plata con una cruz plateada le cuelga de su cuello. En su mano derecha tiene una medialuna de grasa mordida, a medio comer. De vez en cuando humedece la medialuna en el contenido de la taza antes de comérsela. Tiene manchas de café en el muslo izquierdo de su pantalón pijama. Al comer, mastica con fuerza y con regularidad, de manera tal que el rechinar que sus dientes producen se escucha por toda la habitación. Tiene ojos verdes. Es de madrugada. Hace mucho frío. En la habitación reina un olor humeante a facturas recién hechas. Están en una habitación con techo de madera en la que hay una cama de dos plazas, una mesa redonda, sobre la que hay un velador, del que proviene la única luz que ilumina la habitación, una canasta de mimbre, apoyada sobre la cama, y un ventilador de techo, cuyas paletas son de color ocre, que está ubicado encima de la cama. Sobre la cama hay una colcha de color rojo, una frazada negra con vivos violetas, una almohada larga con una funda azul y sábanas blancas floreadas. La cama está totalmente revuelta, sin hacer. La canasta de mimbre está ubicada sobre la cama, al lado de donde está sentada la mujer. El hombre está sentado de espaldas a la mujer y a la canasta de mimbre. La canasta está recién pintada, acolchada con pequeñas mantas azules y sujetas con dos cintas de color celeste. El hombre tiene la cara muy pálida, su rostro no emite expresión alguna. Sus cejas, gruesas, están quietas. Su nariz es redondeada. Sus labios están contraídos hacia adentro, formando un pequeño rictus amargo en su boca. Tiene barba de muchos días y ojeras pronunciadas. El hombre tiene los labios humedecidos. De su boca sale saliva en exceso. Está envuelto en un olor humeante que proviene de la mezcla que se forma entre el olor de las facturas recién horneadas y el olor del café con leche todavía caliente. La camisa blanca que tiene puesta el hombre es suave al tacto. Su pantalón pijama de franela le produce una picazón entre las piernas. La bata de la mujer es suave al tacto, aterciopelada. En la habitación hay también un olor fuerte a gas. El hombre está encorvado en la silla, tiene escalofríos. Dentro de la canasta de mimbre hay un bebé que mira con fijeza a la mujer que está sentada en la cama al lado de la canasta. De vez en cuando, el bebé se lleva el puño izquierdo a la boca. Sus labios están humedecidos. Sus ojos son verdes. Está vestido con un conjunto blanco de algodón. En ocasiones parpadea y mueve la lengua entre sus labios. Por momentos está muy quieto, pero a veces se mueve, ocupando todo el espacio disponible en la canasta. No llora ni emite sonido alguno. El bebé es suave y terso al tacto. Emana un olor limpio de él. El hombre tiene un sabor dulce en su boca, producto de lo que está comiendo y bebiendo. El bebé tiene los brazos gordos. La colcha azul, que está en la canasta, le cubre su brazo derecho. En la habitación hay una ventana cerrada que da a un balcón desde el que puede verse que es de noche.

Instantes en la noche fría

Personajes:

Mujer herida.

Hombre inexpresivo.

bebé de ojos verdes.

En una habitación hay una silla de madera y una canasta de mimbre. El Hombre está sentado sobre la silla. Está encorvado. Sostiene en su mano derecha una taza que contiene café con leche, de la que toma. Está de espaldas a la Mujer. La Mujer se encuentra parada en el centro de la habitación. Tiene en su mano derecha un cepillo de cerda. La canasta de mimbre está sobre el piso. Dentro de ella hay un bebé, que está vestido con un conjunto blanco de algodón. Sobre una de las paredes de la habitación hay una ventana cerrada que da a un balcón.

Mujer (peinándose muy lentamente su cabello con el cepillo de cerda): Sos fuerte y sano, pero no sos una preciosidad, por más que digan lo contrario. Te pareces a él, pese a que nunca te mira. Tenés una nariz chata, fría, perfectamente azulada. Te queremos, aunque nos desconozcas. Estoy obligada a ello. Mirás sin ver más allá de tus ojos verdes. Yo también te miro así, desconfiada, incrédula. Tu pelo es gris, opaco, parece cubierto de cenizas. Cuando llegaste, estaba triste y descontenta. Me regalaste una cicatriz que quedó marcada para siempre como una llaga en mi vientre. El tuyo en cambio es liso e inapetente. Nada sabés de los instrumentos, de la asepsia y de otros problemas.

El Hombre encorvado en la silla hace un ruido sordo al sorber el café con leche de la taza, tose con gran fuerza y luego se queda quieto.

Hombre: No tengo un lugar para vivir. Busco una casa. La necesito. Persigo los clasificados, los abro, los leo y nunca encuentro nada. No tengo un espacio para mí. Paro hijos por doquier. Y después regresan a mí como un castigo o una amenaza, me confrontan, me comprometen. A algunos les creo, les noto el parecido. Pero hay otros que no existen más allá de sus ojos verdes. Me miran. Esperan que les diga algo. No tengo excusas para ofrecerles. No los quiero. Nada más. No es mi tarea. Busco un lugar que está más allá de mí. Pero no cedo. Alguno debe haber. No puedo abandonar mi búsqueda.

Mujer: Los labios son de tu abuelo, los ojos, de quien fue tu padre. Tus brazos y tus dedos son desmesuradamente gordos. Una gordura que se pierde en la flaccidez de tus carnes y de tus huesos apenas constituidos que se mecen en una jerarquía caótica, todavía sin orden. Sos una masa informe que mirás más allá de tus ojos verdes hacia ninguna parte. El adentro y el afuera no existen. Tu pelo crece, comienza a tapar tu rostro, te rodea las orejas, luego las mejillas y ya no sabés como salir. Comenzás a ahogarte, vas a llorar, lo intentás, pero nadie te escucha. No te pueden escuchar. Nadie puede hacerlo porque sos lo unico que existe ahí afuera, en la noche.

Hombre: Poco dinero. No hay más. Innumerables juicios. Procesos desgastantes, argumentos, contraargumentos, inquietos intereses que buscan explicar lo inexplicable. Paternidades adjudicadas por decreto. Pero todo es muy simple. Es una amenaza para todos, para ella y para mí. Eso es todo. Por eso el disgusto. Y la obturación definitiva de ese agujero oscuro. Y de ese líquido viscoso, amable, placentero, que sale incluso cuando ya no lo quiero. Basta de eso. Hice que me duela. Lo logré. Le puse fin al deseo. Aunque no pueda hacerlo.

Mujer: Conozco tu amenaza. Ni siquiera me altero. Unos instantes al frío y ese saquito de algodón frágil, molesto, ya no protesta, no ríe ni sonríe. No llora. Se queda quieto. Y yo me quedo sola. Uso un cepillo de cerda. Me froto con fuerza la cicatriz hasta que mi piel colorada, parduzca, se deshaga y sangre. Hasta que él se ría, contento.

El Hombre se levanta. se dirige hacia la canasta, le acerca la taza, de la que él toma, al bebé y le da de beber el café con leche. Levanta la canasta, se dirige hacia la ventana, la abre, deposita al bebé en el balcón, cierra la ventana y vuelve a sentarse en la silla.

Mujer: No se parece a nadie mi niño. Es una masa informe, azul, quieta.

Ejercicio 9: Una luz (oscura), una vida (apagada)

enero 13, 2022

Imagen particular: Un hombre vestido de smocking, que tiene una vela en su mano, está sentado en una silla mientras una mujer semidesnuda lo mira.

El hombre está rígido, tieso, quieto. Respira muy espaciada y levemente. La mujer tiene puesta sólo una camisa blanca completamente abierta. Su pelo es muy largo, le llega hasta la cintura. Es de un color negro muy oscuro. Sus ojos marrones están completamente abiertos. Está sentada en un banquito de madera, justo enfrente de él. Tiene una pulsera azul en su muñeca derecha. Extiende su mano izquierda intentando tocar la mejilla del hombre. Están en una habitación oscura, cerrada, sin ventanas. Sólo los ilumina la luz de la vela que el hombre sostiene en su mano derecha. En la habitación hay olor a incienso. La cera de la vela, al consumirse, cae en la mano del hombre y en el piso de madera de la habitación. La mujer tiene puestas zapatillas azules con tiras blancas. No usa medias. El hombre mira directamente a sus ojos. Él tiene mucho frío. Tiembla. Se balancea muy lentamente. Al hacerlo, produce un chirrido, que es el único sonido que se escucha en la habitación. Del cuerpo del hombre emana un fuerte olor a desodorante perfumado que se mezcla con el penetrante olor a incienso que hay en la habitación. La mujer transpira. Su cuerpo es suave. Gotas de sudor le llegan a las plantas de los pies. Su pelo es largo y lacio. La vela que sostiene el hombre es acanalada y de color rojo. El hombre tiene la garganta seca. La mujer saliva constantemente. Se le escapa saliva de su boca. Tiene los labios y la boca húmeda. Respira muy agitadamente. No puede dejar de moverse y de adoptar diferentes posiciones en la silla en que está sentada. Su cuerpo es brilloso, aceitoso. No tiene arrugas. El hombre está pálido. Su cuerpo es áspero. Tiene los labios partidos. Su boca está seca. A través de la camisa de la mujer pueden adivinarse los contornos de su cuerpo esbelto. El hombre está vestido de smocking: zapatos, saco y pantalones oscuros y camisa blanca. Tiene puesto también un moño azul.

Ejercicio 6: Una anciana empapada ofrece un paraguas a un hombre semidesnudo

enero 9, 2022

La anciana está vestida con un vestido largo de color lila que comienza a desteñirse. Tiene unos pocos pelos grises que le caen a los costados de cada una de sus mejillas. Usa zapatos negros que se encuentran cubiertos de estiércol. Es de noche. Llueve. Relampaguea. Ráfagas de viento surcan el aire nocturno. La anciana y el hombre están parados en el medio de una calle vacía. Sobre esa calle hay dos casas. Se escucha el maullido de un gato que está apostado sobre el tejado de una de las casas. El rostro de la anciana está completamente pálido. Transpira. Gotas de sudor que nacen de las raíces de sus cabellos y llegan a la comisura de sus labios le hacen sentir un gusto salado en su boca. Le ofrece con su mano derecha firmemente extendida, un paraguas diminuto de color blanco a un hombre que está vestido sólo con unos pantalones de color turquesa. El hombre usa anteojos oscuros. Su pelo de color castaño está cortado al ras. Tiene una barba incipiente, rugosa, puntiaguda, producto de un par de días sin afeitarse. El cuerpo del hombre, acolchonado, suave al tacto, se encuentra cubierto por una capa de pelos. La anciana, pese a su edad, tiene una piel lisa, casi sin arrugas, excepto por su cuello de piel de reptil. El hombre tiene un gusto pastoso en su boca. Tiene frío. El viento sopla con tanta violencia que produce un silbido agudo que rebota en la cabeza de ambos. El piso de la calle es de tierra. Los pies del hombre, al estar descalzo, se encuentran completamente embarrados. Su abdomen es ligeramente pronunciado, sobresale de sus pantalones y le da una cierta voluminosidad a su figura. Hay una combinación de olores penetrantes producidos por el estiércol que se encuentra sobre los zapatos de la mujer y por la humedad reinante. El rostro del hombre está enrojecido. Su cuerpo está bronceado. La anciana es muy delgada. Sus costillas sobresalen de su cuerpo. Sus labios están humedecidos. De su boca se escapa saliva en grandes cantidades. El paraguas que le ofrece al hombre tiene muchos agujeros. Los parantes de metal que lo sostiene están totalmente doblados. La anciana y el hombre están lejos el uno del otro. Sólo sus manos, en el gesto de ofrecer el paraguas, se tocan.

Ejercicio 4: Un lamentable error o todo lo particular es intransferible

enero 7, 2022

Hombre: ¿Le gusta?

Mujer: Sí.

Hombre: El olor, digo.

Mujer (lo mira, luego murmura de manera inaudible): Sí.

Hombre: ¿Quiere irse ya o prefiere esperar un poco más?

La mujer no contesta.

Hombre: ¿Cuál de las dos? ¿Alguna? ¿Cualquiera?

Al ver que la mujer no contesta el hombre se calla. La mujer rompe el silencio.

Mujer: ¿Me dice la hora?

Hombre: Tarde, muy tarde.

Mujer: Eso no fue lo que le pregunté.

Hombre: Pero es lo que sé.

Mujer: ¿Entonces lo sabe?

Hombre: Sí, por supuesto. Sino no estaría acá, ahora, con usted.

Mujer: Pero yo no lo sabía.

Hombre: También eso estaba previsto.

Mujer: ¿Qué cosa?

Hombre: Su ignorancia.

PAUSA. Se callan. La mujer rompe nuevamente el silencio.

Mujer: ¿Me va a dejar ir?

Hombre: Sólo cuando sea necesario.

Mujer: ¿Pero soy libre no?

Hombre: Si, por cierto.

Mujer: ¿Libre de irme cuando quiera?

Hombre (dudando): Tanto no sé.

Pausa. La mujer mira que el hombre sólo tiene un zapato y nota que por la acción del rocío que cae a esa hora se está mojando y se dispone a decírselo.

Mujer: Se está mojando, ¿sabe?

Hombre: Sí, lo sé.

Mujer: El pie izquierdo.

Hombre: Sí.

Mujer: Se puede enfermar.

Hombre: Es cierto, pero eso no es importante.

Silencio. El hombre nota que la mujer comienza a sentirse enferma, puesto que se ha inclinado sobre sí misma como si le doliera el estómago. Al ver esto, rompe el silencio y le pregunta a la mujer.

Hombre: ¿Se siente mal?

Mujer: No, ya está , ya pasó, es el estómago. Quizá vomite.

Hombre:¡Hágalo!

Mujer: No, ya no puedo. A veces creo que me descompongo, pero no es cierto.

Hombre: Entiendo.

Mujer: ¿Qué cosa?

Hombre: Su problema.

Mujer: Difícilmente lo pueda hacer.

Hombre: ¿Por qué?

Mujer: Porque es individual y porque todo lo particular es intransferible.

PAUSA. Se quedan callados, luego el hombre prosigue.

Hombre: Cuando le duela algo diga basta.

Mujer (gritando): ¡Basta!

Hombre: No todavía no, es muy temprano.

Mujer: ¿Para qué?

Hombre: Para renunciar.

Mujer: ¿Podría dejar de hacer mover la escopeta sobre mi cuerpo? Me está molestando.

Hombre: Sí, Disculpe.

Pese a decir esto, el hombre no deja de mover la escopeta. Se callan. La mujer comienza a mirar intensamente al hombre, con deseo. Entonces le pregunta.

Mujer (señalándose a sí misma): ¿No le interesa?

El hombre no contesta.

Mujer: Dije si no le interesa.

Vuelve a señalarse a sí misma.

Hombre: ¿A mí me dice?

Mujer: ¿Y a quién sino?

Hombre: ¿No conoce mi condición, acaso?

Mujer: No.

Hombre: Es que yo estoy … impedido.

Mujer: ¿En qué sentido?

Hombre: Visualmente.

Mujer: Ya lo sé.

Hombre (enojado): Entonces no diga que no lo sabe y no me haga hablar más.

PAUSA. El clima es tenso. La mujer continúa mirando con intensidad al hombre, luego dice…

Mujer: Su nombre es…

El hombre no contesta.

Mujer: Le acabo de preguntar su nombre.

Silencio.

Mujer: Señor, dígame su nombre.

Hombre: Usted lo sabe perfectamente bien.

Mujer: No, no lo sé.

Hombre: Pues debería saberlo.

Mujer: Siempre hay distancia entre lo que deberíamos saber y lo que efectivamente sabemos. Además usted dijo que estaba previsto.

Hombre: ¿Qué cosa?
Mujer: Mi ignorancia.

Pausa. La mujer parece molesta. El hombre trata de recomponer la situación, luego le pregunta..

Hombre: ¿Está molesta?

Mujer: ¿Con usted? No.

Hombre: Menos mal.

Mujer: ¿Acaso le preocupaba?
Hombre: A decir verdad, sí.

Mujer: ¿Por qué?

Hombre: Porque después de tanto tiempo aquí, juntos, he llegado a tomarle cariño.

Mujer: Yo también.

Hombre (emocionado): ¿Quiere decir que usted … siente lo mismo por mí ?

Mujer: Naturalmente.

Hombre: ¿Y por qué no me lo dijo antes? Podríamos habernos evitado todo este procedimiento engorroso.

Mujer: No, no lo crea. Lo que usted sienta por mí no tiene la menor importancia, ¿me explico?

Hombre: Pero si usted dijo…

Mujer: Le repito que no tiene la menor importancia. El procedimiento es inevitable.

Pausa. El hombre ahora rompe el silencio.

Hombre: ¿Me va a dejar ir?

Mujer: Adelante, váyase, nadie se lo impide.

Hombre: Pero el procedimiento …

Mujer: El procedimiento no tiene nada que ver con eso. Me extraña que no lo sepa.

Hombre: No, no lo sé. Pero lo que sí sé es que no puedo abandonar mis obligaciones a pesar de que usted afirme que puedo irme cuando quiera.

Mujer: Pero si usted quería irse.

Hombre: Sí, es cierto. Pero usted no debió permitírmelo. Esa es su obligación.

Mujer: Disculpe. Ahora váyase.

Hombre: No, no puedo.

Mujer: ¿Por qué?

Hombre: Ya le dije lo que siento por usted.

Mujer: Usted no tiene derecho a sentir nada por mí. Usted no ve.

Hombre: Es cierto. Pero eso no importa. Además no puedo hacer nada. Nací así.

Mujer: Yo tampoco puedo hacer nada, pero a mi sí me importa.

Hombre: Quiere decir que …

Mujer: Sí, precisamente, hoy es la última noche que le dejo hacer esto.

PAUSA. La mujer rompe el silencio.

Mujer: Lo lamento.

El hombre no contesta.

Mujer: Mi exabrupto… le pido disculpas, pero no podía decir otra cosa.

Hombre: No, está bien, usted tenía razón.

Mujer: Sí, pero podría haberme comportado de otra forma.

Hombre: Lo que hizo era lo que correspondía. Fui yo el que me propasé. Yo debo pedirle disculpas a usted.

Mujer (continúa hablando sin escuchar al hombre): Podría haberlo tratado mejor, invitarlo a entrar, ofrecerle algo para tomar, pero no. Tenía que arruinarlo todo.

Hombre (también habla sin escuchar a la mujer): Yo …. no lo entiendo … me dejé llevar …. fue el momento … la noche … quizá el rocío … Todo fue un lamentable error.

Mujer: Si, un lamentable error.

Ejercicio 3: Un hombre acaricia a una mujer muy vieja con una escopeta

enero 6, 2022

El hombre es muy joven, tiene dos hoyuelos que le enmarcan la comisura de los labios. Es ciego. Tiene el pelo muy oscuro y corto, al ras, muy grasoso. La escopeta con la que acaricia a la mujer es muy larga, de color negro, con un mango marrón y muy áspera al tacto. Su superficie está sucia, cubierta de barro. El hombre está vestido con un pantalón negro, medias blancas, tiene un solo zapato, el derecho, que es de color café, y una remera blanca que está por fuera del pantalón. Sostiene la escopeta con la mano izquierda. No se oye nada, excepto por algunos sonidos de los motores de autos que pasan por calles cercanas. Es de madrugada. Están en una calle desierta, más precisamente, en un pasaje. Allí hay sólo cuatro casas. La calle está iluminada por dos faroles de mercurio. El hombre mueve la escopeta de izquierda a derecha, acariciándole los hombros. Lo hace con tosquedad. Se escucha el roce que produce el choque de la escopeta con el cuerpo de la mujer. Es un sonido mínimo. De vez en cuando se intensifica al rozar con la escopeta la clavícula de la mujer, quien está vestida con ropa negra, tiene una blusa y una pollera de ese color, pero lleva zapatos blancos de tacos altos sin medias. En su mano izquierda tiene también una cartera, de color negro. La mujer mira directamente a los ojos al hombre ciego. Ambos están parados en el lugar más oscuro de la calle, donde los faroles de mercurio apenas iluminan. Al ser rozada por la escopeta, la mujer se balancea ligeramente, perdiendo en ocasiones el equilibrio. Su cuerpo está caliente, pero el cañón de la escopeta con la que es tocada, está frío y su contacto la estremece. La mujer tiene poco pelo. Es canoso. Tiene ojos oscuros. El piso de la calle está mojado, un rocío leve cae sobre ellos, mojándolos. Hace frío. El hombre ciego siente un olor a loción que proviene del cuerpo de la mujer. Ella siente a la vez acidez en su boca. Tiene seca la garganta. Huele el olor a pólvora mojada que sale de la escopeta, que está cargada. Estos olores se mezclan con un fuerte aroma a podrido que emana de una de las cloacas de la calle, tapada de basura.

Buenos Aires en 100 palabras (96)

enero 1, 2022

24 de abril de 1977: una jornada soleada, sin abrigos. Nicasio Oroño al 1200, en pleno Caballito. El shiatsu, para reparar las caídas. Una muñequita tejida, con su pañuelo blanco en la cabeza y una cintita verde. Una estudiante de Letras. Una militante viene caminando por la calle, vestida de verano: lleva una pollera cruzada turquesa con breteles y una remera con rayas blancas y turquesas. Dos hombros y un auto que arranca en el sentido del tránsito. Cruzan a toda velocidad la calle. Suben a otro auto que arranca hacia la misma mano. Un cristo crucificado, un desaparecido torturado.