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La novia de Odessa

enero 9, 2022

¿No somos todos, al menos alguna vez en la vida, la novia de Odessa? ¿No vivimos acaso una vida que no nos estaba destinada? ¿No somos quizás dobles ominosos, absurdos, reflejos inexactos de una vida que soñamos pero que nunca alcanzamos? Para vivir una vida semejante, ¿no se necesita una dosis importante de audacia y coraje? Habitar Buenos Aires, al otro lado del mundo, recordando un país real y a la vez imaginario, desmesurado, literario. El mundo de los zares, un ámbito contrarrevolucionario, que a miles de kilómetros y décadas después, se torna irresistiblemente revolucionario. El contexto opera como telón de fondo, siempre presente, aunque sea por ignorancia, por desprecio, indolencia o vacancia. Un hermano en el que no me reconozco, que «no se me parece en nada». Un hombre que se aferra a una casona que se viene abajo, en el campo sin nombre de una lejana provincia. Un hermano que ha decidido, finalmente, guardarse. El pianista de la Boston, en cambio, habita los días del huevo de la serpiente, sin saberlo, por supuesto. Smoke Gets in Your Eyes. Cuántas veces, me pregunto, ingresamos libre y autónomamente al ojo de la tormenta sin pensarlo, sin saber. Sin poder anticipar el horror que viene. El mismo que nos va a devorar, fuera de campo. La hauntología en Budapest: el pintor fantasma y su último tango. Del imperativo de tener una carrera, fama y gloria, a la lógica de la falsificación y del anonimato. Devenir espectros de artistas rutilantes: el mercado del arte. «¿Nunca aprendió que verse obligado a hacer lo que no se quiere es lo propio de la edad adulta? ¿Que lo ha sido en todas las épocas, bajo cualquier gobierno?». La nueva figuración solo se alcanza a través de la desfiguración. Las personas que pasan por nuestras vidas y nos dejan marcas, bajo la forma de la dedicatoria de un libro que nunca podrán leer: Carlitos y el escritor vienés. La Joie de connaître . Ralph: el perro desagradecido, y sus burlas a su dueño que no quiere resignarse. En el lecho conyugal el marido muerto puede esperar hasta la mañana siguiente. Una interrogación final: solo allí comenzarán los rituales mortuorios, luego de todas esas noches, durante tantos años. La segunda vez sólo podrá ser un reencuentro fugaz, imposible, porque «ni los cronómetros más sutiles saben medir lo que ya está fuera del tiempo». Portugal como estado de excepción, como el lugar donde una felicidad plena, fugaz, solo es posible mientras tanto. Estoril es un purgatorio, un instante de relax, que devela nombres perdidos en la carroña del tiempo, en los registros de hoteles, en apellidos sin rostro. Un libro es un recuerdo de una visita, y es también una guerra. Este es el libro que leí al terminar el año.