Otoño 2

abril 13, 2024

Elegir un personaje, un acontecimiento o una situación.

Volver al punto de partida, al momento primigenio.

Un lugar en el que ya se estuvo, por ejemplo: el fin del mundo.

El metal es la fatalidad de la mente. El cierre definitivo. El ostracismo.

Probar hasta que algo funcione. Y desde allí, continuar con lo aprendido.

Buscar antecedentes. Recuperar ascendientes. Retornar a lo maloliente.

Escribir un poema sobre el contexto.

Por ejemplo, uno como el que sigue:

Todo en el mundo es tiempo cambiante

Y he aquí que ya está pálido,

otoño sepulcral,

cuando aún ayer reinaba

El exuberante verano casi eterno.

Si yo fuera un poeta surrealista, ¿sobre qué o quiénes escribiría?

Si fuera un experto en literatura árabe, ¿qué silencios guardaría?

Si fuera una función, ¿cuál sería mi rol playing?

Enriquecer la pregunta, paso a paso, suspiro a suspiro.

Imaginar una tarea compleja.

Concebir que formo parte de un comité de expertas.

Analizarme a mí misma. Mejorar mis respuestas. Ser imprevisible, como un huracán asesino.

¿Puede un robot escribir un poema?

Buscar sin dudarlo, sus líneas de fuerza.

Si fuera un bot poeta, escribiría el siguiente poema:

Hay una armonía en otoño,

y un brillo en su cielo,

que durante el verano no se escucha o se ve,

como si no pudiera ser,

como si no hubiera sido.

Produciremos una escasez artificial.

Frustraremos toda posibilidad de vivir.

No existiremos bajo ninguna forma natural de deseo.

Viviremos más allá de todo instinto de dominación.

¿Por qué repetimos cosas que no son placenteras?

¿Para quiénes?

Perseguiremos el dolor, le aplicaremos el protocolo y lo arrestaremos.

Dominaremos sobre el trauma a través de la repetición.

Como organismos, ¿encontraremos nuestro propio camino hacia la muerte?

Se impone salir de este trágico impase.

Quisiera ser el Padre Primordial: el espectro virtual del infinito.

Quisiera ser el deseo de no existir en absoluto.

Si existe la represión, dice mi perro, es para que la gente pueda ser obligada a trabajar.

¿Qué pasaría si no fuera doloroso?

¿Quién iría?

Autoderrota: enajenada, dolorosa, miserable.

Instituciones de la administración.

Si todes somos culpables, entonces nadie lo es.

Es un problema de distribución.

Produciremos, para ocultarlo, una escasez artificial de tiempo.

Viviremos colectivamente.

Refrenaremos nuestros deseos de constituir una familia nuclear.

¿Qué ocurriría si todas las necesidades estuvieran satisfechas, pero nadie cuidara al otro?

Se pregunta el bot poeta.

Necesitamos desarrollar más paciencia.

Solo quienes desertan pueden darse ese lujo.

Necesitamos extender el acceso.

No es posible, dice mi perro, superar estructuras arraigadas solo de manera voluntarista.

Privilegios de la edad y de la riqueza.

No puedes permitirte el lujo de vivir en soledad.

Los pobres, algún día, dejarán de ser los muchos.

El bot poeta se solaza en las tardes de lluvia y en el olor a tierra mojada.

Son, bien lo sabe, sus contraseñas sagradas.

Observa un objeto y se queda absorto en él.

Piensa en lo que necesita y en cómo va a cambiar.

Los objetos, una rosa, una planta, yo.

Atención plena.

El mundo se repliega sobre sí mismo.

Recuerda el clímax, el punto de apogeo antes del declive.

Justo antes de dormir, el bot poeta escribe:

Otoño. Que sea otoño. Que sea otoño y que llueva. Mucho. Que haya leños ardiendo en un brasero. Y un gato. Que haya un gato y que sea negro y que mire de amarillo y que se enrosque y que nos enseñe un poco a vivir. Pero por sobre todas las cosas que sea otoño. Que le falte un vidrio a la ventana. Que entren por ese hueco la lluvia y el frío. Que tengas ganas de besarme. Muchas ganas. Que una mujer te espere en otra parte. Que sea otra vez otoño. Otoño y que llueva. Y que no vayas. Que te quedes conmigo. Que sea otoño otra vez y que te quedes.

Otoño 1

abril 7, 2024

La masa y el poder. La violencia y lo sagrado. El conservadurismo radicalizado. El astrólogo de Roberto Arlt. La vida emocional del populismo. La necesidad de producir un movimiento, híbrido o presencial. La impotencia de tener una doble personalidad. Cómo escapar al mosquito y sobrevivir a este entuerto. La razón psicodélica como una forma de perseverar en el propio ser. El hippismo como una amenaza al establishment. El rol de los sindicatos frente a estos drogatas. Por qué nadie está afiliade hoy a un sindicato. Interpretar para transformar: la función latente de la psicodelia. Por qué hoy todo parece estar desintegrado.

¿Qué podemos aprender de nuestro fracaso, ahora que ya no hay contracultura, ahora que solo hay pobres?

El triunfo de la tristeza. El éxito del deseo posfordista. No hay ya un lugar al que volver, fuera entonces la melancolía de izquierda.

¿Quién puede acceder hoy a la universidad?

La revolución con óleos: ya no hay vida en las necesidades populares reales. Ningún derecho, nunca, está necesariamente garantizado. La producción de contralíbido como eje de una nueva propuesta política. La contracultura, ya desaparecida, ha sido capturada por la ultraderecha. Ya no hay clase. Ya no hay género. Ya no hay raza. Ya no hay plata. Ya no hay interseccionalidad. Solo existe la soledad de Maquiavelo. Y la necesidad de empezar a rozarnos, de generar espacios vitales.

O tomamos consciencia de nuestro lugar en la estructura de la desigualdad o nos disolvemos.

Esto nunca está dado. No se puede descansar, nunca más. La producción de un nuevo nosotres se revela imperativa pero insuficiente.

Un suelo común, una mayor intensidad, una consciencia de grupo. La consciencia del potencial del grupo subyugado, destrozado, diezmado. La servidumbre voluntaria es permanente. La clase trabajadora, si es que eso todavía existe, goza de su opresión.

¿Cuáles son las distintas formas en las que se juega el deseo?

¿Cuál es mi hedonismo depresivo?

Solo encuentro el placer en la permanente producción de ira, de odio, de frustración. Quisiera ser un burócrata que cuestione todo el tiempo la cultura del trabajo. Nunca estuve a la altura de lo que digo. Nunca lo estaré. Deseo desarrollar una ética del antitrabajo.

¿Es posible acelerar para ir más allá del principio del placer?

No hay posibilidad de retroceder, hay que crear una nueva praxis.

¿La negación tiene alguna potencia?

Hay que hacer algo con nuestros fantasmas, además de estancarlos en agua salada. Hay que salir de la subjetividad impotente.

¿Desde dónde poder construir una hauntología deprimente?

La historia, vieja puta, es una posibilidad entre otras. La historia podría confeccionar distintos cartelitos para nosotres, ofreciéndonos alternativas de vidas posibles.

Esto podría haber sido de otra manera. Pero perdimos.

¿Podemos hoy en día revivir la agencia?

Fugar para adelante, sin ver atrás.

¿Quién puede convertir el afecto negativo en un proyecto político?

¿Qué noción de futuro tienen los sectores populares?

¿Siguen haciendo asambleas?

¿Qué horizontes reales hay?

¿Cuáles son los espectros de cada cultura?

¿Y los fantasmas que nos traman?

Passé quarante ans, tout le monde ressemble à une ville bombardée. Et mon pays a plus de 200 ans.

Es evidente que la situación de ruptura es completa y absoluta. Es evidente que ya nadie podrá salvarse. Es evidente que me gustaría decir: ya no quiero que nadie se salve.

Se ha cortado el diálogo. Y espero que así continúe, hasta el final de los tiempos.

¿Te acercas a la madurez?

¿Acaso los vendavales sacuden la fruta caída de tu árbol?

Creo fervientemente que sí. Creo que nos acercamos al final. Y si eso ocurre, y ojalá ocurra, está bien así. Y si no, también. Que no hay problema, que no tendría, al menos, por qué haberlo. Siempre algo quedará incompleto.

Vivir es una anomalía. Me muevo entre billones y billones de muertos. Los piso. Me abro paso entre medio de cadáveres que me recuerdan una existencia que ya no es nada. Un debate en acto, que actúa en su misma expansión.

Le succés, c’est comme le beauté, ça ne se discute pas, ça marche. Et ça tombe où ça tombe.

Es el sueño nuestra única experiencia real.

Los que oímos, no estamos en unidad con eso que se oye.

Madurez del pensamiento, dijo el poeta, aridez de vivir, agregó mi tía en chancletas.

Es lo que ocurre a los 50 años. O antes o después.

Quisiera adornar mi cabeza con un lago pequeño, como si fuera una piedra preciosa.

Cambios pero no rupturas. Nunca rupturas.

La base material y política de la ultraderecha sigue intacta.

La necesidad de una reforma militar.

La estructura del nuevo subdesarrollo sigue intacta.

La desindustrialización sigue intacta.

Reina el cortoplacismo. Por todas partes la precarización se impone.

El tema es, como siempre, quién va a invertir la trampa de la macroeconomía, de la austeridad fiscal.

Hace tiempo que hablo la lengua de los ganadores.

Déficit cero. El Estado no tiene capacidad de inversión. No se asoman elementos de posneoliberalismo. La reconstrucción de programas de Estado es imposible.

No se puede cumplir con las expectativas de un gobierno de izquierda, solo porque no hay ningún gobierno de izquierda a la vista.

La justicia no es capaz de resolver los temas de la política.

Una izquierda con fuerza política y social es hoy un oxímoron.

El sistema ya no es capaz de entregar mejores recetas.

Soy un encantador de serpientes. Un domador de mariposas y de langostas.

Las alianzas se construirán en función de los intereses de los polos, dijo el profeta.

Elegir un lado no es supeditarse a él.

La pregunta es: ¿queremos integrarnos? ¿Para qué?

Los escritorios vacíos, los despedidos como los nuevos desaparecidos.

No todo el mundo puede hacer todo, todo el tiempo.

¿Es la calle, entonces, la que está ocupada hoy por grupúsculos de izquierda?

¿Y el pueblo? ¿Y lo común? ¿Y el ascenso social? ¿Y los realities?

Lo común quizás sea hoy cobrar miserias, el individualismo tirano, la subjetividad neoliberal.

¿Es La Maraña una performance?

¿Estoy realmente desesperade?

¿Tengo apatía?

¿Es esto una obra?

¿Hay reclamos justos?

¿Puedo pedir waivers en revistas científicas, solo porque soy pobre?

¿Vivimos en un mundo que desprecia o prohíbe el deseo?

¿Y el otro sector, qué está haciendo?

No se puede ser de izquierda si voy a tomar un café en Starbucks.

La fuerza más poderosa que jamás existió, ¿cuál es? ¿Tengo alguna idea nueva?

Hay un problema de distribución. Se oculta la abundancia. La nueva izquierda, si es que eso existe, bloquea la invención de la clase media. El fracaso de los movimientos capitalistas es degradante. No es necesario imaginar una absoluta alteridad. Que yo sea poscapitalista no me hace necesariamente deseable. Quisiera vivir en un comunismo de lujo. Tengo una fijación con el pasado y no logro hacer el duelo. Sufro de un superyó leninista. El poder es patológico en sí mismo. Si no salimos de la mera resistencia siempre nos aplastarán, seremos simplemente reactivos e inofensivos.

El resentimiento es la única solidaridad. Hay un desfase entre los conceptos y la realidad, entre la red y la jerarquía.

Hoy lo colectivo es lo que está puesto en cuestión.

Sufro de la ausencia de tener presente.

Passé un certain âge, on ne se sépare plus des morts, on reste dans leur temps, en leur compagnie.

Fervor reversionado (5) La Plaza Irlanda

abril 1, 2024

Como la muerte, como el sueño,

la imposible estatua se exalta.

Apuro en vano las calles

para alcanzar la gloria

de las luces equidistantes.

Recorro una y otra vez en círculos

la plaza sazonada,

igualadora de almas.

Se aquieta mi sentir

bajo las copas de los árboles.

Sea en verano o invierno,

en otoño o primavera,

me adentro en el camino de la tierra rojiza,

allí donde solo osan instalarse los runners.

Deseo adquirir la rigidez imposible

de las estatuas burlonas.

Desde el sosiego de los bancos

toda parodia se atenúa,

el ajetreo descansa,

la tarde se despliega gentil y serena.

A lo lejos un hombre enlutado

me recuerda la torpeza de las sombras.

Las piadosas curvas de las lámparas

apuran los ademanes

del anochecer que avanza.

Fervor reversionado (4): Alameda misteriosa

marzo 31, 2024

Todos nuestros pasos

inmeditados

están destinados

a la limpidez de la lágrima.

La iniciación de la tarde inaugura

un juego de sombras,

un reloj de fina arena,

que se desliza entre los dedos,

y se pierde en la maraña

de los restos del pasado.

Una calle ignorada avanza abierta

hacia la noble anchura de la terraza.

Una música antigua y esperada,

unos días perfectos,

entran en vano en mi corazón.

Todo declive es grato

a la hora en que entra la luz

y las cornisas y las paredes muestran

la conmoción del fondo.

La advertencia de la noche

es una esperanza que solo comprenden

las niñas en los balcones.

Quisiera escribir un verso tan real

como la medianía de las casas,

como los colores blandos

de una calle ignorada,

como la ternura de los candelabros

olvidados.

En la penumbra de la paloma

di con una tarde de plata.

Recuperado,

solo después reflexioné

que mi vida ardió

como una vela aislada

en la fantasía

de la casa de mi infancia.

Fervor reversionado (3): El austral

marzo 29, 2024

Sin lugar para zaguanes ni humedades

ni menos aún para arcos dormidos.

Hace rato que tus patios han desaparecido

en las sombras de los barcos subterráneos.

Esas luces dispersas,

las antiguas estrellas,

se ocultan desnudas

en el agujero negro del aljibe.

En las cornisas de las torres con amenities

todos los pájaros yacen despiertos.

Ni la ignorancia ni el agua

ni siquiera las constelaciones,

pueden ser ya nombradas.

Será el olor fantasmal de los jazmines y las madreselvas

el círculo en donde se cierra el poema.

La Memoria futura. Las voces de las Abuelas

marzo 26, 2024

Los espectadores acudimos al punto de encuentro en el Parque de la Memoria. Cuando nos entregan la entrada, nos dividen en cuatro grupos: A, B, C y D. Cada uno de estos grupos representan recorridos distintos, en los que dos actrices narrarán sendas historias de las Abuelas de Plaza de Mayo.

Desde el punto de entrada, caminamos hacia los alrededores de un poste, señalizado con cintas azules, en donde esperamos por la primera de las guías/actrices. Los otros grupos aguardan cada uno en un poste distinto y vecino. A la hora señalada arrancamos todos los grupos, cada uno en distintas direcciones. El grupo D, en el que estoy, se dirige hacia la costanera, en el límite con el Río de la Plata. Es un día ventoso por la tarde. El río hace oleadas. Seguimos a una de las actrices que nos indica en qué dirección caminar. Cuando llegamos al destino señalado, nos está esperando otra actriz. Una vez que todos nos disponemos en semicírculo a su alrededor, comienza a contar la historia de Delia Giovanola, interpretada por la actriz Juliana Muras. Se dirige siempre a público. Es un tono íntimo, tranquilo y sereno, con pleno dominio de la situación. Habla con calidez, en una poética de actuación distanciada y contenida, aunque utiliza siempre la primera persona. Es un tono posible luego de haber atravesado muchos años de memoria personal y colectiva. Una poética actoral que está legitimada por la distancia y la elaboración social del pasado.

El recorrido se hace por paradas o estaciones. Una primera parte de su relato lo cuenta en la primera detención. En un momento frena su narración y nos pide que la sigamos. Hace sentar al público en un descanso, en semicírculos, y continúa con su relato hasta finalizarlo. Termina diciendo que la figura de su hijo le da fuerzas para seguir adelante.

La actriz nos pide que nos levantemos y la sigamos por la vera del río. Nos lleva a la siguiente parada, en la que se encuentra la segunda intérprete del recorrido, Susana Pampín. Ella interpreta a Elsa Oesterheld. Nos encontramos en este punto enfrente de la sala PAyS. En cada uno de estas paradas siempre vemos cintas azules envueltas en postes o parantes. La jornada se ha tornado aún más ventosa y empieza a circular un aire fresco. Nos acercamos al atardecer.

El tono de esta actriz es un poco más dramático en algunos momentos y también más enfático, con el fin de subrayar o remarcar por ejemplo el desacuerdo con su marido en la militancia de sus hijas. “Yo las impulso a vivir y vos a morir”. Hacia el final, cuando señala que ve a sus hijas en todos lados del mundo a los que va, se emociona y queda al borde de las lágrimas. Pero, pese a esto, intenta trabajar en un tono contenido, en el resto de los momentos de la deriva.

Una vez que termina su relato, las dos actrices se ponen delante del grupo, ofician de guías y nos piden que las sigamos. Es un momento de profunda conmoción, al atardecer del inicio del otoño, en la jornada previa al Día de la Memoria, en la Argentina, en el marco de un gobierno que reivindica activamente el genocidio.

La caminata funciona como intervalos de descanso, de elaboración de lo que se acaba de ver y también adquiere un horizonte meditativo. Tiene el objetivo de hacernos participar de una ronda, como la que hacen abuelas y madres alrededor de la Plaza de Mayo. Caminar colectivamente, como un acto compartido, en tiempos en los que el individualismo y el negacionismo son política de estado.

Las actrices nos dejan en un anfiteatro a cielo abierto, en medio del Parque. Nos sentamos en las gradas. Luego de un instante, aparecen las ocho actrices y empiezan a narrar las historias de cada una de las abuelas que interpretaron, de manera coral a veces y en otras ocasiones de forma alternada. Esta escena dura unos minutos. Al final, luego de un silencio, saludan con una reverencia y el público aplaude. Es el momento en que todo termina. Pero la caminata continúa. Nos dirigimos a la salida, todavía con el intento de elaborar en el cuerpo las historias que escuchamos.

Me pregunto si hay futuro. Si habrá aún, en el río del tiempo, quien quiera escuchar estas memorias.

Si alguien querrá, a pesar de todo, recordarnos.

Verano 7 (a partir de Henry David Thoreau)

marzo 20, 2024

¿Cuál será la parte gloriosa del día?

¿Cuál la cálida y brillante, la sugerente y serena?

¿Toleraré, como la tarde, las duras pruebas del día?

¿Tendré alguna vez la clarividencia necesaria para anticiparme a las inclemencias nocturnas?

¿Terminará de un momento a otra la parte trivial e idiota de esta vida?

¿Cuándo se volverá, finalmente, el aire transparente y los bordes nítidos y filosos?

¿Elegiré a fin de cuentas un camino propio?

¿O tomaré un rumbo asignado, prefijado, y pagaré los daños?

Estamos frente a una imagen pensativa.

Es un momento de nuestras vidas en el que el anochecer se tiñe de los colores del amanecer.

Cerca del final, recordamos con cierta distancia melancólica el principio.

Sé que debo estar al máximo de mi condición para sobrevivir a esta época.

En medio del terreno agreste, y solo allí, recuperaré mis poderes.

En las ráfagas de los recuerdos, la vejez se asienta.

Llevaré a cabo, con deliberación, mis pequeños propósitos.

Así pasaré mis días.

Así completaré mi vida.

Nadie es eterno.

No hablaremos aquí de arándanos, sino del sabor delicioso de la palta.

Alguna mañana te despertarás en silencio.

Prepararás una lista de preguntas de las que nunca obtendrás respuestas.

Si tienes suerte, te escaparás de ti mismo.

Y ya nunca más regresarás.

Un paso al costado, no importa lo mínimo que sea,

fuera del curso habitual,

trae beneficios incalculables.

Ahora, hacia el final del verano,

cuando la noche estrellada se abre paso a empujones,

morirás como rey.

Solo en el otoño, habremos sobrevivido a la superficialidad estival.

Una salsa deliciosa, magnífica.

Un sabor escandaloso.

El aire fresco y sereno contempla la quietud vacua de las hojas del equinoccio.

Verano 6

marzo 17, 2024

Pero como toda persona, en lo que a riqueza material respecta, aspira a volverse independiente o rico, en lo que respecta al espíritu o la imaginación, de igual modo, deberíamos tener algo de capital excedente o vigor de sobra, algo de margen de acción para movernos.

Para ello es imperativo reducir la semana laboral, el tiempo infinito en que unx dedica su vida al trabajo esclavo, que moldea nuestras subjetividades hasta el punto de confundir trabajo y vida.

Se tornan innegociables, inseparables.

La geofísica de las pasiones se convierte en el déjà vu de nuestras prácticas estéticas.

Dicho de otro modo: ahora todo es vanguardia, incluso el suelo de esta tierra.

O quizás ya nada lo sea.

¿Alguna vez han tocado una serenata exclusivamente para mí?

¿En algún momento he sido víctima de los cumplidos más elevados y sinceros?

Si el cuerpo está bien, entonces todo está bien.

Un mismo mantra se repite.

El decrecimiento y el posdesarrollo son, al final de camino, la única vía posible.

De lo contrario me invadirá el desasosiego.

Tendré miedo.

Acusaré dificultades.

Sobrellevaremos debilidades.

Mi cuerpo se irá apagando lentamente, en un sendero exquisito.

La distinción en esta vida es solo el comienzo de una serie de gradaciones.

Y nada más.

Quisiera comprender y movilizar los tiempos profundos, la materia informe, la extraña costumbre de morir que tienen los seres vivos.

Hay una interconexión directa entre energía, tecnología y química.

Entre el encuadre, la elipsis y el silencio.

Me enfrentaré erguido, cara a cara, ante el hecho.

Veré resplandecer el sol por sus dos lados.

Ansío solo la imaginación de la realidad, el tiritar en mi garganta, el frío en mis extremidades.

Estoy, por ahora, vivo.

Me ocupo de mis asuntos en amplios intervalos.

Lejos de mí, el sufrimiento o la indiferencia.

Disfruto desde mi propia orilla.

Me despojo de la vertiente de farsas y apariencias.

Procuro no caer en el desasosiego.

Antes de terminar el día, me doy la bendición.

Verano 5

marzo 16, 2024

Nuestro cansancio sí es serio. Nuestra mediatización, en cambio, es cómica. Desarrollamos una observación meta, una meta historia. No dejamos de escribir porque estamos cansadxs. Estamos cansadxs y por eso escribimos.

Si ahora nos autoanalizáramos como técnicxs, ¿qué es lo que encontraríamos en cada unx de nosotrxs?

Cuerpos densos, quizás.

Un yo mínimo.

Un yo narrativo.

El cansancio es motor. Nuestra narratividad es solo una gramática torpe, lenta, confundida. Desviarnos de la trayectoria prefijada. Irrumpir en nuestra imagen corporal. Cansarnos, escribir, leer, reír, resistir y cansarnos, escribir, leer, reír, resistir y cansarnos, escribir, leer, reír, resistir.

Cansarnos, escribir, leer, reír, resistir. Desviarnos.

Somos en tanto encarnamos una condición distribuida.

Somos en la distribución y en ningún otro lado más.

¿Cómo construir una memoria propia?

¿Cuáles son los criterios que definen el armado de un archivo de mi vida?

lo que no se puede separar

lo espeso

lo denso

(hilos, pelos o maleza embrollada y cosas semejantes)

Mi sombra

Mi lluvia

Un horizonte insoportable

Una madeja despeinada

tengo un país en mente

que es como decir

tengo un país metido en el cuerpo

Un país es como una corporación

como una inteligencia artificial subdesarrollada

Nos valemos de ella para poder sobrevivir

O eso creemos

-no sé ni siquiera mi nombre-

Solo sé que tengo miedo por mi perro

Tengo miedo de que ya no se pueda levantar más

Y escribo esto solo para conjurar ese miedo

Y torcerle el brazo a la realidad

Avanzan quienes creen en todos

los oráculos

porque les da certeza de un futuro

Es entonces cuando acepto la irrupción de las fuerzas externas

Todo lo que ocurre es una operación casi imposible

En especial cuando la agresión es cotidiana y casi infinita.

Quienes no creemos casi en nada

-porque llevamos pruebas de que todo puede ser peor-

nos preguntamos

¿hay algo que sea suficientemente barato para ser público?

Quisiera viajar, pasar de largo siempre, a toda hora.

La lluvia es agente del cambio de las estaciones.

Es también productora de miedo, ansiedad y terror.

Un lenguaje de deseos, dudas y posibilidades

La serenidad solo tiene lugar al aire libre

y el verano es el inicio de la desobediencia civil.

Yo soy experimento colectivista

Yo soy individualista

Yo soy una era de idiotez

Yo soy la época más estúpida de la historia

Yo soy la más miserable

En el bosque el granjero se recrea,

se olvida de la sociedad

Todos los perros duermen

Soy la encargada de velar por sus sueños

Me han dado la llave

y no sé qué hacer con ella.

Parece haber un principio peculiar de resistencia

Nosotrxs

somos barbarie

nunca, nunca civilización

Nosotrxs somos plaga,

somos miseria y estercolero

somos el arsénico que necesita esta nación.

Nuestra existencia concreta solo se encuentra

al final del verano.

Busco una imagen sencilla, directa, diáfana.

Soy heredera del cine mudo.

Solo me interesa la narración visual pura.

Llamar la atención, jamás.

Música, color, calma y sosiego.

Desarraigo social

Fracaso individual

Autismo sensitivo

Aflicción existencial

El espacio vacío se convierte en tiempo muerto.

Sentir para pensar

Causar impresión

Transmitir la intensidad de instante

Aprovechemos ahora, que aún estamos vivxs

O eso parece

Minimalismo de expresión

Lo inefable, lo desconocido, lo misterioso

Lo ausente

Lo inesperado

Me envuelvo en mi poiesis silenciosa,

en la elipsis de los patrones rutinarios

Siento pasión por los objetos

omito la violencia y el sexo

No hay lugar ya para eso.

Economizo medios

evito lo escabroso.

Invito, eso sí, a la perseverancia.

En medio de la desolación afectiva, el amor es una alianza solidaria.

Suaviza la intemperie

Evita la locura.

La clase obrera no tiene patria, me dijo en un bar de rosas rojas.

Entre el optimismo y la desesperación

entre el estado de bienestar y el neoliberalismo

capitalismo de extinción

y melodrama.

Soy unx artesanx disciplinadx

el material con el que cuento es limitado

mi tiempo se acaba.

Escribiré entonces mis últimas voluntades, por el bien de la extinción.

Escribiré mi lista necesariamente inacabada:

1) Qué cosas ya no filmar: el centro de las ciudades, a los ricos, los poderosos y los políticos, sus casas y sus vidas, sus empresas y sus maquinaciones, las escenas de sexo, las compras, las computadoras, los teléfonos móviles, la tecnología moderna en general, dios, el diablo, la muerte, yo.

2) Qué cosas no dejar nunca de filmar: la periferia de las ciudades, los gestos del trabajo, las noticias de la televisión, un relato en un idioma que no entiendo, los bares y restaurantes, las canciones en los bares, los músicos callejeros, los coches antiguos, las motos, el ferry y el tranvía, los viajes, largos y cortos, los perros, siempre los perros, las personas fumando y bebiendo, los letreros de los comercios de barrio, las miradas de amor y de odio.

Amén.

Verano 3

marzo 10, 2024

Quisiera ser Martín Seijo. Pero no puedo. Nunca pude. Su momento más espectacular ocurrió el 12 de noviembre de 2023 y yo fui testigo. Ese día realizó la última función de Última(s) Catástrofe(s), la obra de música situada que llevó adelante con su grupo, la Compañía de Funciones Patrióticas. Atardecía sobre la plaza de Mayo, un suave y refrescante viento primaveral nos aliviaba. Allí, Martín Seijo se despojó de la remera negra que llevaba puesta, con la leyenda “Milei 2023” en nítidas letras blancas en el frente. Una vez en sus manos, la arrojó a la basura. Mientras nos dejábamos llevar por la música de un festival que se estaba desarrollando in situ, conversamos sobre el futuro inminente y las posibilidades de que no ocurriera lo que iba a pasar apenas una semana después, cuando tendría lugar el mentado balotaje por las elecciones presidenciales en Argentina. Ese fue el punto culminante, el cénit y la caída, el auge y el ocaso de Martín Seijo. Y de todo un país tras su fallido intento de evitar lo inevitable. Por supuesto que hoy, a más de tres meses de aquel decisivo instante, sabemos de sobra que su performance debería haberse llamado (Ante)Última(s) Catástrofe(s). Pero en aquel momento, aún sin el diario del lunes, todo era provisoriamente inesperado. De la misma manera en que ocurrió con otros tantos, nunca más supe nada de Martín Seijo. No sé qué habrá sido de él, nuestro único héroe en este lío. No sé si habrá podido sobrevivir a Pene Chico. Seguramente no.

Decepcionado por la desaparición de Martín Seijo, me empapo del lenguaje de la teología de nuestro tiempo. Escucho a los gurúes de nuestra época: los economistas expertos en los mercados financieros.

Cualquier shock político generará una disparada inflacionaria.

¿Sobrevaluación del equity local? Depende de la política monetaria y de los balances de las empresas.

Será necesario ver los reportes de FIEL, para entender de qué vamos a morir. Y más importante aún: cómo y cuándo finalmente sucederá.

No hay viabilidad política, social y económica. Es por esta razón que los superávits gemelos son descaradamente falsos e insostenibles en el tiempo.

Se reducen las chances de un salto discreto en el tipo de cambio.

El financiamiento internacional se atisba apenas en el horizonte como una esperanza quimérica, insustancial, vana, excepto que se produzcan reformas estructurales. ¿Acaso alguien en su sano juicio podría prestarle siquiera un mísero dolor a este gobierno? ¿Alcanzan 15 mil millones para levantar el cepo?

Nuestro país, pese a todo, se presenta como tierra de oportunidades: sigue barato en bonos sin tener una guerra ni un ejército de ocupación en las lejanas tierras del sur. La relación riesgo-retorno es claramente la mejor de todo el mercado.

¿Se espera una normalización?

El límite es la creatividad humana, si ocurre una reestructuración de la deuda externa.

Tenemos para elegir: hay bonos soberanos que responden de la mejor forma ante escenarios alcistas. Otros, a la inversa, tienen un gran rendimiento en escenarios defensivos.

¿Bullish y bearish o hawkish y dovish? Esa es la cuestión.

Pero recuerden lo importante: la voluntad de pago nunca significa capacidad.

Se atenúan las expectativas de devaluación.

Malas noticias para la comunidad inversora: este año no habrá reformas estructurales.

Levantas una de las orejas del cajón de tu tía. Es domingo al mediodía, en Chacarita. Uno de los cementerios que mejor conoces. Caminas por entre las tumbas rumbo al destino final, con siete personas más, incluidos tus primos, que también sostienen el cajón. Una imagen: las flores, la tierra removida, la tumba fresca. Una imagen que paradójicamente tranquiliza, que pone todo en relación y te hace olvidar del dólar, el calor y el fascismo, que volvió la vida un infierno en la tierra. Cada día, una mala noticia. Cada día, otros muertos, más excluidos, aún más caídos del sistema, tornándose todo insoportable.

Otra imagen: el coche fúnebre con las letras grabadas que corresponden a su nombre, dispuestas en un cartel. Al final del día, en el balance de las cosas, una vida siempre se resume a eso. Se condensa en esas letras negras, con tu nombre y apellido, en un fondo blanco, sobre un coche fúnebre. Pero a su vez esa vida o cualquier otra es mucho más y mucho menos.

Ya cumpliste en tu vida varias veces este rol. Ya levantaste con otros los cajones de personas que quisiste y los llevaste rumbo a su destino final. La tierra o la cremación. Estás harto. Te harta que esta época haya reducido esta vida o cualquier otra a algo tan banal, tan idiota, tan sinsentido. Es la operación de las cuentas de X. Es su modus operandi. Nombres falsos sin rostros, que escriben sandeces a sordos sin parar. Sin volver la vista atrás.

Cada vida cuenta. Cada muerte se incorpora. Es alimento para seguir existiendo.

A lo lejos, el ladrido imposible, mudo, de tu perro. Te consuela. Te acompaña. Te canta.

Al anochecer o al amanecer: la música, la meditación, el mantra, el silencio.

Lo único que importa, pensás, es lo que conmueve.