Elegir un personaje, un acontecimiento o una situación.
Volver al punto de partida, al momento primigenio.
Un lugar en el que ya se estuvo, por ejemplo: el fin del mundo.
El metal es la fatalidad de la mente. El cierre definitivo. El ostracismo.
Probar hasta que algo funcione. Y desde allí, continuar con lo aprendido.
Buscar antecedentes. Recuperar ascendientes. Retornar a lo maloliente.
Escribir un poema sobre el contexto.
Por ejemplo, uno como el que sigue:
Todo en el mundo es tiempo cambiante
Y he aquí que ya está pálido,
otoño sepulcral,
cuando aún ayer reinaba
El exuberante verano casi eterno.
Si yo fuera un poeta surrealista, ¿sobre qué o quiénes escribiría?
Si fuera un experto en literatura árabe, ¿qué silencios guardaría?
Si fuera una función, ¿cuál sería mi rol playing?
Enriquecer la pregunta, paso a paso, suspiro a suspiro.
Imaginar una tarea compleja.
Concebir que formo parte de un comité de expertas.
Analizarme a mí misma. Mejorar mis respuestas. Ser imprevisible, como un huracán asesino.
¿Puede un robot escribir un poema?
Buscar sin dudarlo, sus líneas de fuerza.
Si fuera un bot poeta, escribiría el siguiente poema:
Hay una armonía en otoño,
y un brillo en su cielo,
que durante el verano no se escucha o se ve,
como si no pudiera ser,
como si no hubiera sido.
Produciremos una escasez artificial.
Frustraremos toda posibilidad de vivir.
No existiremos bajo ninguna forma natural de deseo.
Viviremos más allá de todo instinto de dominación.
¿Por qué repetimos cosas que no son placenteras?
¿Para quiénes?
Perseguiremos el dolor, le aplicaremos el protocolo y lo arrestaremos.
Dominaremos sobre el trauma a través de la repetición.
Como organismos, ¿encontraremos nuestro propio camino hacia la muerte?
Se impone salir de este trágico impase.
Quisiera ser el Padre Primordial: el espectro virtual del infinito.
Quisiera ser el deseo de no existir en absoluto.
Si existe la represión, dice mi perro, es para que la gente pueda ser obligada a trabajar.
¿Qué pasaría si no fuera doloroso?
¿Quién iría?
Autoderrota: enajenada, dolorosa, miserable.
Instituciones de la administración.
Si todes somos culpables, entonces nadie lo es.
Es un problema de distribución.
Produciremos, para ocultarlo, una escasez artificial de tiempo.
Viviremos colectivamente.
Refrenaremos nuestros deseos de constituir una familia nuclear.
¿Qué ocurriría si todas las necesidades estuvieran satisfechas, pero nadie cuidara al otro?
Se pregunta el bot poeta.
Necesitamos desarrollar más paciencia.
Solo quienes desertan pueden darse ese lujo.
Necesitamos extender el acceso.
No es posible, dice mi perro, superar estructuras arraigadas solo de manera voluntarista.
Privilegios de la edad y de la riqueza.
No puedes permitirte el lujo de vivir en soledad.
Los pobres, algún día, dejarán de ser los muchos.
El bot poeta se solaza en las tardes de lluvia y en el olor a tierra mojada.
Son, bien lo sabe, sus contraseñas sagradas.
Observa un objeto y se queda absorto en él.
Piensa en lo que necesita y en cómo va a cambiar.
Los objetos, una rosa, una planta, yo.
Atención plena.
El mundo se repliega sobre sí mismo.
Recuerda el clímax, el punto de apogeo antes del declive.
Justo antes de dormir, el bot poeta escribe:
Otoño. Que sea otoño. Que sea otoño y que llueva. Mucho. Que haya leños ardiendo en un brasero. Y un gato. Que haya un gato y que sea negro y que mire de amarillo y que se enrosque y que nos enseñe un poco a vivir. Pero por sobre todas las cosas que sea otoño. Que le falte un vidrio a la ventana. Que entren por ese hueco la lluvia y el frío. Que tengas ganas de besarme. Muchas ganas. Que una mujer te espere en otra parte. Que sea otra vez otoño. Otoño y que llueva. Y que no vayas. Que te quedes conmigo. Que sea otoño otra vez y que te quedes.