Archive for the ‘escritura’ Category

Otoño 3

May 7, 2024

Es un sábado por la mañana, nublado y frío. El otoño ya está promediando. Estoy atravesado, ahora que escribo, por la frase de Sergio Blanco. Los muertos le tienen miedo a la nada y nos rodean. Quieren que los sigamos teniendo presentes, alrededor nuestro. Pienso que es exactamente al revés. Somos nosotros, quienes eventualmente estamos vivos, los que tenemos miedo a la supuesta nada. Ellos son, simplemente, cualquier otra cosa. Menos la nada. Están en todas partes, en cualquier elemento de esta tierra.

Blanco dice también: las madres nunca deberían morir. Una de sus actrices, o él mismo, agrega: nadie debería morir. Irrumpe entonces la verdadera vieja idea: con cada persona que se va, un mundo de relatos, afectos, sentidos y ficciones desaparece tras ella. Es cierto. Es imposible saber. Esto sí lo creo. Ese sábado fue el último día en que el Dodge Polara, es decir mi papá, estuvo en el garaje. Mientras los esperaba, me senté en la cabina del auto y sentí el olor a cuerina. Aspiré profundo. Era como estar con él. Un olor indescriptible, suyo, de las cosas que amaba. Una especie de despedida, la que no pudimos tener.

La gente como yo tiene miedo de perderse en el abismo de los afectos. Por eso evadimos y desviamos. No nos conviene. Es una ausencia cargada de presencia, que casi se puede acariciar, la que dejan los muertos. Las cosas, sus cosas, aún quedan.

¿Cuántos monumentos de días inolvidables hemos perdido?

¿Cuántas de nuestras cosas no sabrán nunca que nos hemos ido?

Hoy, como todos los días, es primero de mayo.

Y como dice González Tuñón, está prohibido celebrarlo. En las fábricas grises y en todas partes.

Menos aún en este contexto de impunidad, individualismo y demencia.

El momento en que el Polara salió de su lugar habitual en el estacionamiento, aquel en el que estuvo parado tantos años, fue mágico y épico. Precioso, volvió a la vida. Salió a fuerza de empujones y de maniobras para doblar en la curva. Y ya después el camino fue en bajada. Sacarlo a la calle, subirlo a la grúa. Las fotos, siempre las fotos.

Fue un día extraño, alegre y a la vez melancólico. Como si hubiera estado ahí, presente, con nosotros. Y nos hubiera acariciado. Y eso que era un día destemplado, que hacía frío y que estaba engripado.

Allá lejos, donde la primavera perdida está esperando, me permito sonreír después de tanto tiempo.

Me permito también distraerme por una vez de la maldita rentabilidad.

Y de la eficacia.

Verano 4

marzo 5, 2024

Los tres mantras más poderosos:

Lo que ha de suceder, que suceda.

Lo que sea que suceda, está bien.

En realidad, no necesito nada.

Escribir es una forma de meditación, uno de los refugios.

La realidad es ficticia. Sabemos que en el límite todxs somos personajes de ficción.

Lo sepamos o no.

Las verdades más sensatas y sinceras son las fake news.

Ya lo dijo el poeta: la única realidad es la posverdad.

Me disuelvo en una voz colectiva, en una imaginación pública y política,

donde el yo no tiene ya ninguna importancia.

En la era del individualismo, esa es la revolución más radical posible.

Se silencia el barullo de la trivialidad.

Existe una palabra japonesa para designar lo performático,

lo irrepetible, lo que no tiene nombre.

Los hallazgos se dan solo una vez.

Una conjunción entre las sombras, las luces y las hojas de los árboles.

Es posible vivir una vida más grandiosa aquí mismo.

Aunque parezca mentira.

Aunque resulte innecesario.

Me deleitaré en la tierra

cuando me entierren en ella.

Cuando desaparezca y devenga polvo.

El frescor en el aire,

el corazón en la boca,

o en un puño,

y el sonido del viento en el bosque.

Será una tarde deliciosa.

El deleite invadirá cada poro.

Mi existir no necesita justificación propia.

Es hora de que lo entienda.

Quisiera estar lleno de vigor como un caballo fuerte

y un jinete intrépido y aventurero.

El camino no tiene reparación alguna

porque es el habitante más anciano.

Un baño reparador al anochecer

La quietud, la serenidad del aire.

La mañana es un momento épico.

La mente jamás detiene su cosecha.

Toda lo noche sin sentir tedio o melancolía.

La juventud se encarga, a la larga, de descomponer el verano.

Nuestra vida está indefensa, como un derviche en medio del desierto.

Habrá días cálidos y sombras diminutas todavía.

Escucharemos aún el canto de las cigarras.

Habrá brumas espesas y frescas.

Todas las experiencias son indispensables.

Los días caniculares son anhelos que naufragan

ante una realidad vana.

Una hoja en el río será nuestra compañera.

El Adorador de la Aurora me invita a dormir todo el resto del día y la noche.

La revolución de las estaciones se libra en la fragancia de la música silenciosa.

Vibran las cuerdas del piano.

Las plantas, mejor conocidas por sus flores, avanzan hacia la edad otoñal.

Haré lo que nadie puede hacer por mí.

Y dejaré de lado todo lo demás.

Verano 2

febrero 11, 2024

La humedad lo impregna todo y se hace difícil siquiera pensar más allá de hoy.

Il faut essayer de créer une machine de poésie. Une machine à construire des perceptions, à créer des sentiments loin de la logique. Transformer mon existence quotidienne et triviale en une vraie machine de poésie. Et la partager vraiment.

Casi todo el día sin sentir tedio y melancolía. Un logro, un mérito enorme. Casi todo el día en soledad en la casa. En una melange en la que irrumpen Argentina y Dinamarca en el 86, Alemania Occidental y Oriental en el 74 y el U-Bahn de Alexanderplatz cubierto de nieve.

Lo opuesto al verano es la resignación, la desesperación comprobada.

A veces me resigno a perderme en la burocracia. Me fugo de los deadlines de las entregas forzadas.

En la época del carnaval es saludable estar en soledad la mayor parte del tiempo.

Quisiera que me llegara una advertencia sobre la corta duración de las estaciones.

Una imagen pensativa: el anochecer apaga las cenizas del día.

Ya no tolero más pruebas, más excusas ni alegrías.

Ya no aplica la respiración del incienso, ni las promesas, ni los vigores.

El calor actúa construyendo castillos en el aire.

Los cimientos, por debajo, son fríos.

There are alternatives. There are tomorrows. There is a world to be transformed.

Quisiera pensar que el mundo es algo parecido a una ficción, un afecto de la imaginación.

Quisiera pensar en la parte más serena, cálida y brillante del día.

Aunque ahora actúe en silencio, en poco tiempo más pasaremos la línea divisoria entre el verano y el otoño. Iniciaremos, por fin, la larga cuesta abajo hacia el invierno.

Sobre la ruta más polvorienta encontraré, en ese momento, mi consuelo. Volverán las mañanas frescas, las notas del jilguero y el tiritar en nuestras gargantas.

Millonarios y famosos construyen bunkers para sobrevivir al Apocalipsis que ellos mismos generaron.

Me prometo una cosa y solo una: no naufragaré ante una realidad vana, me digo, antes de olvidarme y sumergirme en el curso habitual de las cosas.

Verano (a partir de Henry David Thoreau)

febrero 4, 2024

A veces me despierto en la noche. Pienso en las amistades y sus posibilidades. Pero también recuerdo los fracasos y los sinsabores en mi relación con les otres. Todo es una deriva errática, sin chances de entendimiento mutuo. Lo sé muy bien. Estamos condenades. Viviremos y moriremos en soledad. Es cuestión de tiempo. Seremos misántropes y solipsistas. No se trata de fracasar mejor. No sé muy bien tampoco de qué se trata. El silencio se mide por el espesor del aire. Y es a la vez la mejor compañía.

Miro a la cara a un joven zorro. Se queda quieto, detenido. No hay fuerza de gravedad que lo mueva. De esa índole es su deseo. Ese zorro expresa todo el poder del mundo. Como humano, en cambio, solo manifiesto mi impotencia.

Comenzar las vacaciones de su esfuerzo más humilde. Aventurarse a la vida. Derribar todos los puentes. Al final, la existencia es solo una cuestión de arrojo y de desidia.

El espíritu otoñal adviene luego de los días caniculares. El sosiego se instala después del bochorno, como todo lugar común. Y la caída vista a la distancia, como la mezquindad de nuestra vida, es espléndida.

Deberíamos tener una reserva de elasticidad y fuerza que nos permitiera pasar en cualquier momento a nuestra máxima velocidad y superar nuestros límites habituales. Es lo que requiere esta época. Nos exige que seamos nosotres y otres a la vez. Nos lo pide todo, si queremos sobrevivir. Pero, ¿es eso lo que realmente queremos? ¿No sería más deseable, a esta altura del partido, quedar varades para siempre en la ruta? Sin agua, sin alimentos y sin suerte.

¿Es que hay un sabor verdadero y un espíritu bien dispuesto para disfrutar de la vida? ¿O quedaremos constreñides y endeudades? ¿Es que el silencio se rompe a los gritos o adentrándose con coraje en las cuevas del pasado?

Si nos paráramos en la cima de nuestra hora, ¿qué horizonte veríamos? La tierra no tiene secretos, pero no es tonta. Será por eso que nos esquiva.

Una melodía desenfrenada está destinada a no ser oída, solo aceptada de manera discreta. Sin juventud y sin dinero.

Estampida 14: De la meditación de las páginas

diciembre 8, 2022

Orden y aventura

a tu breve-edad

en tu vieja juventud

de boina blanca

y navegaciones ilusorias

Tu risa siempre fue un bálsamo

un ancla a la que aferrarte

en el naufragio

Murmurabas solo alucinaciones

cáusticas

afiebradas

En el torrente del verano

irrumpías callado

caminabas cabizbajo

Todo era igual a ayer

todo era diferente

lamentabas la distancia

el castigo del espacio

La meditación de esta página

será arrancada a los náufragos

En la puerta de entrada

encontrarás una guitarra

un pasaje hacia otro lado

En su cuerpo

la respuesta es clara

No te olvides del amanecer

del hombre barbado y poderoso

Recuerda que alguna vez

estuviste perdido

te encontraste callado

Recuerda también tu desaparición

tu dolor

tu nombre propio

Recuerda tu extensión

y tu pasado

Un estrecho acantilado te acorrala

Una guitarra

otra más

te señala

Como un fantasma

dándole la espalda

a los ángeles y a los tatuajes

Allá vas

Una revolución por minuto

febrero 19, 2022

Tiene lugar solamente cuando existe una relativa brecha entre los ricos y los pobres. Una minoría étnica se acerca, asombrosamente. Sigilosamente. Lo que al principio parece ser una hermandad común entre los pueblos, deviene en verdad en recelo, odio, intemperancia. Nadie está seguro. Todos tienen miedo. Especialmente cuando hay propiedades que proteger. Vidas que salvar. Es necesario estar al tanto de las cotizaciones, cuidar los índices, ser prudentes. Medir los riesgos. Se trataría de movilizar el inconsciente colectivo, si tal cosa fuera posible. Pero es más fácil ser revolucionario que tintorero o actor. Ser docente es contrarrevolucionario. La peor clase de conservadurismo. Hay un origen y un destino. Hay una trampa y un color. Si todo se transformara en un minuto, ¿sería posible vivir sin dolor? Una revolución es solamente el giro que da un trompo. O el que da el eje de la tierra sobre sí mismo. Cuando ella se retira solo quedan las instituciones, es decir, el horror. La mediocridad de conformarse con lo que hay. Pero más bien la pregunta seria: ¿qué es lo que hay? Una crisis nuclear. Un cambio climático. Una pandemia global. La revolución es hoy en día hacer como si nada pasara. Como si lo que ocurrió no hubiera tenido lugar. Nada que ver con lo Real. Ninguna relación con mi audiencia primaria. Todo esto es exactamente lo que esperábamos: una izquierda suave. Una derecha prestigiosa. Se trata de pertenecer a un único movimiento, en el que estén mezclados la esperanza y el miedo. Se trata de mantener abierta la apertura al no-saber. ¿Será posible una revolución por minuto en una comunidad? ¿Será deseable? ¿En qué tipo de comunidad podrá ocurrir tal cuestión?

Si mañana comprara una estancia, ¿eso significaría una drástica reducción del Coeficiente de Gini, según el Banco Mundial? ¿Y si se realizaran expropiaciones colectivas, a diestra y siniestra, indiscriminadamente, sólo para pagarle al Fondo Monetario Internacional?

Dos actores rotos. La misma cara de la moneda. Dos farsantes. Dos Jokers histéricos. En este páramo ideológico en que vivimos solo podremos transformarnos a nosotros mismos, si escuchamos una radio pirata. Si doblamos las medias con calma. Si somos móviles y volátiles como una rueda de avión. La revolución es la forma misma, sin limitaciones, además de un sueño eterno. Es la cáscara vacía. Es, en suma, el manual disciplinario del siglo veinte. Y el plástico descartable del veintiuno. La revolución solo puede ser entonces, hoy, prostitución.

Ejercicio 7: Un anciano cepilla el cabello de una adolescente bañada en sudor

enero 10, 2022

Están en una habitación oscura. La adolescente está sentada en una silla vieja de madera, con respaldo alto. El anciano está parado por detrás de ella. Utiliza un cepillo violeta con manchas doradas para cepillarle su pelo de color rojizo apagado. El anciano está encorvado. Su brazo izquierdo es ortopédico. Tiene el pelo muy largo y muy blanco. Tiene entradas profundas y unas pocas raíces que le llegan hasta los hombros. Usa mocasines blancos, pantalones y camisa de vestir, que lleva abrochada hasta el cuello, del mismo color, un moño de color negro y saco blanco. Tiene ojos negros. Su frente está muy hundida. Un tajo le recorre toda la longitud de su nariz. Cepilla el pelo rojizo de la adolescente de manera circular y también de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Lo hace suave, despaciosamente. La chica está sentada en una silla de madera. Una lampara incandescente, dicroica, puesta enfrente de ella, le da de pleno en su cara. El resto de la habitación está oscura completamente. La habitación está llena de muebles. Se adivinan, en la oscuridad, sillas, sofás, camas y mesas de color ocre dispersos por doquier en la habitación. La chica tiene ojos marrones claros. Su pelo está muy enredado. Tiene puesta una camisa de color lila desabrochada hasta el pecho y medias de color amarillo. Enfrente de ella, en penumbras, hay un espejo. La camisa que tiene puesta es lisa, sin arrugas ni dibujos. Transpira copiosamente. Las gotas de transpiración, que le recorren todo su cuerpo, le mojan sus medias, que están empapadas. A sus pies, se ha formado un charco de transpiración. El anciano tiene un gusto pastoso en la boca. En ocasiones hace un chasquido con su lengua que corta el silencio que reina en el lugar. Un escalofrío recorre el cuerpo del hombre, provocándole espasmos involuntarios. Sus piernas tiemblan. Los brazos de la chica descansan a ambos lados de su cuerpo, quietos, muertos. Tiene un gusto salado en su boca, producto de las gotas de transpiración que le caen en su lengua. El anciano tiene mal aliento. La chica puede sentir el aliento del anciano respirándole en su nuca. El hombre, debido al temblequeo espasmódico de sus piernas, se balancea, está a punto de caerse, pero se sostiene del respaldo de la silla en la que está sentada la chica. Ella se mantiene recta, en la misma posición, quieta. Mira hacia adelante. El piso de la habitación es de madera. Las manos del anciano están frías, arrugadas, llenas de cicatrices; son ríspidas, toscas, ásperas, huesudas. Las piernas de la chica son suaves al tacto. De su cuerpo emana un olor perfumado.

Ejercicio 4: Un lamentable error o todo lo particular es intransferible

enero 7, 2022

Hombre: ¿Le gusta?

Mujer: Sí.

Hombre: El olor, digo.

Mujer (lo mira, luego murmura de manera inaudible): Sí.

Hombre: ¿Quiere irse ya o prefiere esperar un poco más?

La mujer no contesta.

Hombre: ¿Cuál de las dos? ¿Alguna? ¿Cualquiera?

Al ver que la mujer no contesta el hombre se calla. La mujer rompe el silencio.

Mujer: ¿Me dice la hora?

Hombre: Tarde, muy tarde.

Mujer: Eso no fue lo que le pregunté.

Hombre: Pero es lo que sé.

Mujer: ¿Entonces lo sabe?

Hombre: Sí, por supuesto. Sino no estaría acá, ahora, con usted.

Mujer: Pero yo no lo sabía.

Hombre: También eso estaba previsto.

Mujer: ¿Qué cosa?

Hombre: Su ignorancia.

PAUSA. Se callan. La mujer rompe nuevamente el silencio.

Mujer: ¿Me va a dejar ir?

Hombre: Sólo cuando sea necesario.

Mujer: ¿Pero soy libre no?

Hombre: Si, por cierto.

Mujer: ¿Libre de irme cuando quiera?

Hombre (dudando): Tanto no sé.

Pausa. La mujer mira que el hombre sólo tiene un zapato y nota que por la acción del rocío que cae a esa hora se está mojando y se dispone a decírselo.

Mujer: Se está mojando, ¿sabe?

Hombre: Sí, lo sé.

Mujer: El pie izquierdo.

Hombre: Sí.

Mujer: Se puede enfermar.

Hombre: Es cierto, pero eso no es importante.

Silencio. El hombre nota que la mujer comienza a sentirse enferma, puesto que se ha inclinado sobre sí misma como si le doliera el estómago. Al ver esto, rompe el silencio y le pregunta a la mujer.

Hombre: ¿Se siente mal?

Mujer: No, ya está , ya pasó, es el estómago. Quizá vomite.

Hombre:¡Hágalo!

Mujer: No, ya no puedo. A veces creo que me descompongo, pero no es cierto.

Hombre: Entiendo.

Mujer: ¿Qué cosa?

Hombre: Su problema.

Mujer: Difícilmente lo pueda hacer.

Hombre: ¿Por qué?

Mujer: Porque es individual y porque todo lo particular es intransferible.

PAUSA. Se quedan callados, luego el hombre prosigue.

Hombre: Cuando le duela algo diga basta.

Mujer (gritando): ¡Basta!

Hombre: No todavía no, es muy temprano.

Mujer: ¿Para qué?

Hombre: Para renunciar.

Mujer: ¿Podría dejar de hacer mover la escopeta sobre mi cuerpo? Me está molestando.

Hombre: Sí, Disculpe.

Pese a decir esto, el hombre no deja de mover la escopeta. Se callan. La mujer comienza a mirar intensamente al hombre, con deseo. Entonces le pregunta.

Mujer (señalándose a sí misma): ¿No le interesa?

El hombre no contesta.

Mujer: Dije si no le interesa.

Vuelve a señalarse a sí misma.

Hombre: ¿A mí me dice?

Mujer: ¿Y a quién sino?

Hombre: ¿No conoce mi condición, acaso?

Mujer: No.

Hombre: Es que yo estoy … impedido.

Mujer: ¿En qué sentido?

Hombre: Visualmente.

Mujer: Ya lo sé.

Hombre (enojado): Entonces no diga que no lo sabe y no me haga hablar más.

PAUSA. El clima es tenso. La mujer continúa mirando con intensidad al hombre, luego dice…

Mujer: Su nombre es…

El hombre no contesta.

Mujer: Le acabo de preguntar su nombre.

Silencio.

Mujer: Señor, dígame su nombre.

Hombre: Usted lo sabe perfectamente bien.

Mujer: No, no lo sé.

Hombre: Pues debería saberlo.

Mujer: Siempre hay distancia entre lo que deberíamos saber y lo que efectivamente sabemos. Además usted dijo que estaba previsto.

Hombre: ¿Qué cosa?
Mujer: Mi ignorancia.

Pausa. La mujer parece molesta. El hombre trata de recomponer la situación, luego le pregunta..

Hombre: ¿Está molesta?

Mujer: ¿Con usted? No.

Hombre: Menos mal.

Mujer: ¿Acaso le preocupaba?
Hombre: A decir verdad, sí.

Mujer: ¿Por qué?

Hombre: Porque después de tanto tiempo aquí, juntos, he llegado a tomarle cariño.

Mujer: Yo también.

Hombre (emocionado): ¿Quiere decir que usted … siente lo mismo por mí ?

Mujer: Naturalmente.

Hombre: ¿Y por qué no me lo dijo antes? Podríamos habernos evitado todo este procedimiento engorroso.

Mujer: No, no lo crea. Lo que usted sienta por mí no tiene la menor importancia, ¿me explico?

Hombre: Pero si usted dijo…

Mujer: Le repito que no tiene la menor importancia. El procedimiento es inevitable.

Pausa. El hombre ahora rompe el silencio.

Hombre: ¿Me va a dejar ir?

Mujer: Adelante, váyase, nadie se lo impide.

Hombre: Pero el procedimiento …

Mujer: El procedimiento no tiene nada que ver con eso. Me extraña que no lo sepa.

Hombre: No, no lo sé. Pero lo que sí sé es que no puedo abandonar mis obligaciones a pesar de que usted afirme que puedo irme cuando quiera.

Mujer: Pero si usted quería irse.

Hombre: Sí, es cierto. Pero usted no debió permitírmelo. Esa es su obligación.

Mujer: Disculpe. Ahora váyase.

Hombre: No, no puedo.

Mujer: ¿Por qué?

Hombre: Ya le dije lo que siento por usted.

Mujer: Usted no tiene derecho a sentir nada por mí. Usted no ve.

Hombre: Es cierto. Pero eso no importa. Además no puedo hacer nada. Nací así.

Mujer: Yo tampoco puedo hacer nada, pero a mi sí me importa.

Hombre: Quiere decir que …

Mujer: Sí, precisamente, hoy es la última noche que le dejo hacer esto.

PAUSA. La mujer rompe el silencio.

Mujer: Lo lamento.

El hombre no contesta.

Mujer: Mi exabrupto… le pido disculpas, pero no podía decir otra cosa.

Hombre: No, está bien, usted tenía razón.

Mujer: Sí, pero podría haberme comportado de otra forma.

Hombre: Lo que hizo era lo que correspondía. Fui yo el que me propasé. Yo debo pedirle disculpas a usted.

Mujer (continúa hablando sin escuchar al hombre): Podría haberlo tratado mejor, invitarlo a entrar, ofrecerle algo para tomar, pero no. Tenía que arruinarlo todo.

Hombre (también habla sin escuchar a la mujer): Yo …. no lo entiendo … me dejé llevar …. fue el momento … la noche … quizá el rocío … Todo fue un lamentable error.

Mujer: Si, un lamentable error.

Ejercicio 2: ¿Acaso se puede saber cómo todo desaparece?

diciembre 31, 2021

Es lo que me pregunto mientras camino con la mirada perdida por la ancha avenida del medio, repleta de hojas secas. Es el comienzo del otoño y yo disfruto al escuchar el ruido sordo y seco producido por el contacto entre mis pisadas y las hojas amarillas. Es como si cada paso me transportara súbitamente hacia el futuro y me alejara un poco más de un pasado que prefiero, la mayoría de las veces, olvidar. Y que sin embargo está ahí, al alcance de mi mano, esperándome. Otras veces incluso, abrazándome.

Primero se esfuman las imágenes, luego las voces y finalmente los olores. Todo ocurre de la manera más imprevista e impensada. Lo que creía que iba a durar para siempre se transforma, de la noche a la mañana, en un hueco oscuro escondido en mi memoria. Estas mismas hojas, que ahora observo mientras las piso, encarnan ausencias que suponen e implican las huellas de unas presencias.

Sigo caminando con mis fantasmas a cuestas. Con mis ausencias/presencias a las que porto sobre mis hombros. Se hace muy pesado. Me quita el aliento. La respiración me falla. Las personas felices jamás tienen historia. Por eso me decidí y un día tomé para mí todos los derechos. Me deshice de lo inútil. Le dije que no a lo desagradable. Y fue entonces cuando llegó a mí ese pensamiento: lo útil se une a lo agradable. Solo así tiene sentido. Sólo así puede fluir la vida en sus múltiples dimensiones.

Son los demás quienes no soportan mi estilo de vida. Los mismos que me acusan de ser necio. Ustedes no pueden siempre tener razón, les grito en la cara. Son los microfascistas. Los que están llenos de pequeños miedos, ansiedades, resentimientos, rencores, envidias y celos que conforman y arman sociedad. Están en todas partes, incluso dentro de mí. Piden paz, seguridad, orden y progreso. Y sobretodo represión. Especialmente en los días feriados. Y en los paros.

¿Y si corriera ahora mismo a esconderme en el bosque?

¿Y si viviera una infelicidad extrema hasta tal punto a la que no pudiera sobreponerme?

Hay un cupo de intensidad, parecen decirme las copas de los árboles, mientras se agitan frente al rumor del viento. Hay un trazado. Un límite. Una frontera que ya no puede ni podrá cruzarse otra vez. Solo los imbéciles o los aterrorizados podrían haberse reído de esta idea, pienso, en las noches afiebradas en las que no logro conciliar el sueño.

El futuro siempre pospuesto. El interminable presente. El dolor del pasado. Estos son los olvidos que extrañaré…

Asombro

diciembre 5, 2021

Son las ocho en punto de la noche del último domingo de marzo. Es el final de un mes tremendamente complicado para mi dueño. En los últimos tiempos, el pobre no ha dado pie con bola. Sin embargo observo que se toma todo de muy buen talante. Aún así, pese a sus recientes desventuras, no ha perdido el buen humor, la inteligencia y la tranquilidad. Tres características que nunca le han sobrado demasiado. A veces la tragedia les hace bien a los humanos. A veces los despierta. Los saca de la inercia. A veces, incluso, hasta los vuelve mejores. Son raros los humanos. Jamás lograré entenderlos. Y eso que me paso todos los días observándolo. Se sienta siempre frente a luces de colores que a mí me harían daño. A veces lo contemplo desde abajo. Otras, desde arriba. Casi siempre estoy más bien en esta última posición. Lo veo entonces como si fuera pequeño, como una entidad diminuta. Cuando se levanta de esa condenada silla y mantiene una posición erguida, comprendo que si se me acercara demasiado podría matarme. Si realmente lo deseara. Hasta ahora nunca lo hizo. Quién sabe hasta cuanto se mantendrá en esa tesitura. Puedo no tener columna vertebral, pero sí me caracterizo por tener una escucha muy afilada. Afuera se oyen sirenas de ambulancias, bocinas de autos y gritos. Él permanece inmune a esa masa sonora. Lo noto más bien reconcentrado, vuelto sobre sí mismo, justo antes del comienzo de la semana. Cuando se cargará de obligaciones. Y quién sabe cuándo nos volveremos a ver. Porque en los días hábiles nos ignoramos mutuamente. Yo siempre estoy tranquila. No es mi culpa. Es él, que corre de un lado al otro. Que putea y maldice al cielo por tener la vida que tiene. Tan complicada. Tan repleta de cosas que detesta hacer. A veces se asusta por mi mierda. Esa que dejo distraídamente en la terraza. O en los peldaños de la escalera. Cuando eso sucede, lo espío y veo que entra pálido a la pieza. Como si mis heces fueran los ineludibles indicios de la presencia de un animal indeseable. Debería saber que no es así. A esta altura ya nos conocemos. Nos hemos visto en infinidad de ocasiones. Por más que a mí me guste esconderme en cualquier recoveco calentito que encuentre. No sé si lo dije o lo pensé: no me gustan los humanos. Incluso a él le tengo recelo. Aunque sé muy bien que no piensa hacerme nada. Aún así, desconfío de ellos. Son peligrosos. Somos seres muy diferentes. Eso es lo que nos separa: la incomprensión mutua. Pese a la indiferencia que mantenemos, lo considero mi dueño. No sé por qué. No sabría decirlo. Pienso en él casi todo el tiempo. Cuando está y cuando no. Cuando decidimos, incluso, ignorarnos mutuamente.

Es el último domingo de marzo. Es el fin de una tarde mucho más primaveral que otoñal. Mi dueño saldrá a dar una caminata cercana. Cuando regrese en menos de media hora, volverá asustado. Con el rostro desencajado. Qué es lo que ha visto. Qué le ha pasado. Es imposible saberlo. Sólo sé que me encanta espiarlo, atisbarlo desde lejos, en ese estado de incógnita. En ese asombro tan propio que a veces tienen los humanos. Cuando se creen mejores de lo que realmente son…